Juan Luis Guerra 4.40 - Lámpara Pa' Mis Pies

Music video by Juan Luis Guerra 4.40 performing Lámpara Pa' Mis Pies. © 2019 Juan Luis Guerra, Under Exclusive License To UMG Recordings, Inc. ://youtu.be/qB54Hlyb7v4

jueves, 7 de junio de 2012

El amor según la Biblia El concepto común del amor Un concepto equivocado del amor es un error de la cultura que hemos absorbido. En lugar de tomar nuestra definición de amor de la Biblia, hemos permitido que el mundo (que no conoce el amor perfecto de Dios) nos diga qué es amor. El mundo iguala el amor con el afecto. Más frecuentemente se retrata como sentimientos fuertes y bonitos. Las voces e imágenes (para usar la frase del autor David Powlison) de nuestra cultura enfatizan tanto esta cara del amor, que el concepto del amor se reduce a sólo esta faceta. Es un concepto reduccionista. Además, lo sentimental es una faceta secundaria del amor, ni siquiera es su esencia. Piénsalo: Todos sabemos que Dios nos dice «Amen a sus enemigos» (Lc 6:27, 35). Dios no está mandándonos tener sentimientos bonitos hacia nuestros enemigos. Esto es poco posible. No podemos cambiar nuestros sentimientos por simple fuerza de voluntad. Pensamos que ni siquiera nos caen bien nuestros enemigos, )cómo será posible sentir amor hacia ellos? Y entonces nos equivocamos al reducir el amor a sólo sentimientos emocionales. Cuando Cristo entró en Jerusalén montado en el asno, a la gente le caía bien. Pero unos días después esa misma gente lo asesinó. Los sentimientos son evanescentes. El amor permanece (1Co 13: 13). Imaginate a Cristo cuando estaba colgado en la cruz, mirando a sus asesinos. Sabemos que los amó, porque murió inclusive por cualquiera de ellos que creyera en Él. Pero dudo que en ese momento, sintiera complacencia en ellos. El amor es algo más que sólo sentimientos, aunque con mucha frecuencia encontramos el amor expresado en buenas emociones. ¿Puede ser que el hecho de tener buenos sentimientos, o por decir, el hecho de que nos caiga bien alguien, nos hace más fácil amarle? En una trascripción de una sesión de consejería, Winston Smith desenmascara una especie de amor: Imaginemos que tú y yo estamos conversando. Digo «Realmente te amo. ¿Sabes cómo puedo saber que te amo? Porque me haces sentirme tan bien conmigo mismo. Es por eso que te amo». Entonces, él pregunta «¿Cómo queda corto esto en cuanto a alcanzar lo que es el verdadero amor? » 1 Lo que se describe es la atracción que sentimos hacia las personas que nos agradan, que nos hacen sentirnos bien. Es verdad que el amor se expresa en sentimientos bonitos cuando amamos a personas que son amables o que nos aman también. Pero Cristo dejó muy claro que esto no es el amor que él manda. Dijo «¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman? Aun los pecadores lo hacen así. Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos» (Lc 6:32, 35). Mateo agrega «Y si saludan a sus hermanos solamente, )qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto,» implicando que el amor perfecto no depende de las cualidades del amado. Si algo o alguien nos cae bien, lo que pasa es que recibimos algo en este trato que le llamamos «amor». Dado que por naturaleza somos egoístas, no estamos muy dispuestos a amar a menos que tengamos estos sentimientos, a menos que recibamos algo (por lo menos una experiencia emocional agradable) a cambio. Así llegamos a limitar el amor a este tipo de «amor». En otras palabras, nuestra baja capacidad de amar ha traído como resultado el empobrecimiento del concepto del amor. En los casos más extremos, se limita el «amor» a tan sólo esta emoción. El autor M. Scott Peck en un libro muy conocido ofrece una crítica a la vez aguda y perspicaz de este uso de la palabra «amor», explicando cómo responde a ciertas declaraciones clásicas «románticas»: [Me dicen] «No deseo vivir. No puedo vivir sin mi esposo (esposa, novio, novia). Lo amo tanto.» Y cuando les respondo, como frecuentemente lo hago, «Estás equivocada; tú no amas a tu esposo (esposa, novio, novia).» La respuesta airada es: «¿Qué está diciendo? Le acabo de decir que no puedo vivir sin él (o ella)». Entonces, les trato de explicar: «Lo que describes no es amor, sino algo parecido a un parásito».2 Nuestro amor es contaminado por nuestro deseo de sentirnos bien por medio de esta persona. La queremos por cómo nos hace sentir, es decir, por lo que recibimos de él. Nuestro deseo de recibir/sentirnos bien compite con nuestro deseo de servirle y racionalizamos para poder satisfacer los dos deseos a la vez. Así que todos tenemos la tendencia de usar al otro en esta actividad de «amarle».